miércoles, 17 de noviembre de 2010

La consciencia y el pensamiento

«No deberíamos tener miedo de que surjan los pensamientos —dice Buda—, sino del retraso en percibirlos.»
Cuando surge un pensamiento, si además del pensamiento hay consciencia, si lo ves surgir, ves cómo llega, ves que está ahí y lo ves marcharse, entonces no pasa nada. El simple hecho de verlo se convierte, poco a poco, en tu defensa. La propia conciencia da muchos frutos. Primero puedes ver, y cuando lo haces, te das cuenta de que no eres el pensamiento. El pensamiento está separado de ti, no te identificas con él. Tú eres la consciencia y el pensamiento es el contenido. Va y viene; es un invitado, y tú eres el anfitrión. Esta es la primera experiencia de la meditación.
El zen habla del «polvo extranjero». Por ejemplo: un viajero se detiene en una posada para pasar la noche o para cenar; después recoge sus cosas y continúa su viaje, porque no puede quedarse más tiempo. Por su parte, el regente del hostal no va a ningún lugar. El huésped es el que no se queda; quien se queda es el anfitrión. Lo que no se queda es «extranjero». O dicho de otro modo: un día claro sale el sol y los rayos entran por la ventana de la casa; se puede ver el polvo moviéndose en los rayos de luz, pero el espacio vacío permanece inmóvil. Lo que está quieto es el vacío, y lo que se mueve es el polvo. «Polvo extranjero» es el falso pensamiento y el vacío es tu propia naturaleza; el anfitrión que no va detrás del huésped en sus idas y venidas.
Este concepto es muy importante. La conciencia no es el contenido. Tú eres la cosnciencia: los pensamientos vienen y van, pero tú eres el anfitrión. Los pensamientos son los huéspedes, vienen, se quedan un rato, descansan un poco, comen o pasan la noche, y después se van. Tú siempre estás ahí. Tú eres siempre el mismo, no cambias, estás eternamente ahí. Eres la eternidad misma.
Osho

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